Fernando Fernández 17/11/2010
Cuando miles de voces claman denunciando las actividades del gobierno marroquí en el Sáhara, cuando existen sospechas fundamentadas de las agresiones y violaciones de los derechos humanos y cuando los incómodos periodistas son expulsados en un veto total a la información, el gobierno español nos llama a creer la versión del amigo fiel , de nuestro aliado que nos otro que Marruecos. Al fin y al cabo, Marruecos es nuestro vecino, nuestro hermano y no los saharuis. Eso es lo que viene a decir hoy Rubalcaba, Alfredo, Ministro donde los haya , navegante experto en aguas turbulentas.
Abandonados por Franco, traicionados por Felipe González, hoy de nuevo los saharuis ven como España mira para otro lado. El precio de ese silencio y de aquellas traiciones está en los callados intereses que el gobierno Español y los grandes capos del capital nacional mantienen en Marruecos. Ese es el precio de la sangre que hoy se vierte sobre ese sahara olvidado y sobre el cual España decidió hace lustros inhibirse en sus obligaciones como potencia descolonizadora. Mientras que el sentimiento del pueblo español se alinea siempre con el pueblo saharui, el escaso coraje de sus políticos, de los socialistas, se esfuma con la debilidad de un gobierno el de Zapatero que hace tiempo que abandono a los más necesitados, primero al obrero español, ahora –que menos- al pueblo saharui.
Un Rubalcaba que no sabía como encarar la rueda de prensa y se negaba a contestar la preguntas incómodas era la cara siniestra de un gobierno que lo supedita todo a mantenerse en el poder. Por eso la mejor cara posible era ahí la de Rubalcaba, cántabro pero diputado por Cádiz, envuelto en los Gal, ejecutor del SITEL y de tantos temas en los que ha salido imdemne.
Rubalcaba y Jiménez son el acorde menor , triste y lánguido con el que España llama a Misa de Difuntos, para empezar a enterrar el Sahara en la memoria y para siempre.
Rubalcaba, mon amour....
Abandonados por Franco, traicionados por Felipe González, hoy de nuevo los saharuis ven como España mira para otro lado. El precio de ese silencio y de aquellas traiciones está en los callados intereses que el gobierno Español y los grandes capos del capital nacional mantienen en Marruecos. Ese es el precio de la sangre que hoy se vierte sobre ese sahara olvidado y sobre el cual España decidió hace lustros inhibirse en sus obligaciones como potencia descolonizadora. Mientras que el sentimiento del pueblo español se alinea siempre con el pueblo saharui, el escaso coraje de sus políticos, de los socialistas, se esfuma con la debilidad de un gobierno el de Zapatero que hace tiempo que abandono a los más necesitados, primero al obrero español, ahora –que menos- al pueblo saharui.
Un Rubalcaba que no sabía como encarar la rueda de prensa y se negaba a contestar la preguntas incómodas era la cara siniestra de un gobierno que lo supedita todo a mantenerse en el poder. Por eso la mejor cara posible era ahí la de Rubalcaba, cántabro pero diputado por Cádiz, envuelto en los Gal, ejecutor del SITEL y de tantos temas en los que ha salido imdemne.
Rubalcaba y Jiménez son el acorde menor , triste y lánguido con el que España llama a Misa de Difuntos, para empezar a enterrar el Sahara en la memoria y para siempre.
Rubalcaba, mon amour....
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